Mi reacción fue inmediata: deseaba poder tener a un policía a la mano para seguirlo y darle un escarmiento, le desee lo peor, le pedí a Dios que lo castigue, me imaginé toparme con el y romperle la cara a golpes. Y otras cosas más que honestamente de momento no recuerdo (es en serio), pero que seguro no bajaban de revoluciones ni intenciones a las ya mencionadas.
Y bueno, estaba a punto de tomar un taxi, pero no quería gastar el dinero que mi madre me había dado para una emergencia, cuando faltando 5 minutos para la hora establecida para la reunión llegó otra movilidad, y llegué con 15 minutos de tardanza. No hubo problema excepto que a mi me molesta llegar tarde, pero llegué y todo salió muy bien en la reunión. Una prueba más de como Dios cuida a sus hijos, enseñándoles de las formas más impensadas como eficientes. No diré que he cambiado para siempre, pero si que al haberme dado cuenta de mi mediocridad, o parte de mi personalidad, será, espero, un poco más sencillo convivir conmigo mismo. Gracias a Dios por ello.