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domingo, 28 de febrero de 2016

No porque me pasó a mi es que yo crea…

MILAGRO (definición según la RAE)
De miraglo.
  1. m. Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino.
  2. m. Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa.
  3. m. p. us. exvoto (Del lat. ex voto 'procedente de un voto'. 1. m. Don u ofrenda, como una muleta, una mortaja, una figura de cera, cabellos,tablillas, cuadros, etc., que los fieles dedican a Dios, a la Virgen o a los santos enséñala y recuerdo de un beneficio recibido, y que se cuelgan en los muros o en la techumbre de los templos. 2. m. Ofrenda que los gentiles hacían a sus dioses).
  4. interj. Denota la extrañeza que causa algo.
 
“Lo más maravilloso de los milagros es que a veces suceden.”
Gilbert Keith Chesterton
 

 

Los milagros son algo muy personal. Uno los vive, no se los pueden contar ni referenciar. Un milagro es un evento sumamente personal, íntimo, privado. Cada uno le da la importancia y, según el caso, la magnificencia correspondiente. No se puede ni debe esperar aprobación de los demás, ni tampoco restringirlo de manera egoísta a la vivencia individual, propia, atomista de cada uno. Un milagro, al ser compartido, debe hacerse con la mente clara, el corazón tranquilo y la convicción de que “no vamos a convertir a nadie, sino simplemente compartir un motivo de alegría y tranquilidad”. De por si, eso también es un milagro.
En la Biblia se narra una gran cantidad de eventos que son considerados, sea por fe, convicción o intelecto, como milagros. Tenemos desde los más llamativos y radicales, mencionados en el antiguo testamento, como son, por ejemplo El milagro de las aguas del Mar Rojo (Ex 14:21-31), La esposa de Lot se convierte en sal (Gn 19:26), El milagro de la caída de las murallas de Jericó (Jos. 6:6-20), hasta los más “clásicos y convencionales” narrados en el nuevo testamento, principalmente durante la etapa de prédica de Cristo, como por ejemplo el convertir agua en vino (Jn. 2: 1-11), caminar sobre el mar (Mt. 14: 22-33), la resurrección de Lázaro (Jn. 11: 1-45), y otros muchos más.
Todos estos son mucho para mi, simplemente los conozco y punto. No doy fe de ellos, no me preocupo en creerlo con fe, siquiera con convicción, menos con devoción. Si lo mencionan en la Biblia, por algo será. Valoro la enseñanza y referencia, que de por si es mucho a mi entender. Pero si tomo muy en serio los pequeños y grandes milagros que he vivido, personal e íntimamente, desde que adapté mi vida a una vida con principios y valores religiosos.
Bien puede ser una muy bien articulada forma de autoayuda, también ser una necesidad de protección y cobija que buscamos más allá del entendimiento humano, vaya uno a saber. Como sea el asunto, los eventos que voy a narrarles no tienen nada de espectacular, y sin embargo acontecieron tan sutilmente y con una sincronización tan precisa que si no fuera por el hecho mismo, no los hubiera notado. Y es que en mi convicción “no es coincidencia sino providencia”.
 
  1. La combi con la puerta abierta. Había ido a PADOMI a recoger las medicinas para mi madre, por la tarde si mal no recuerdo. Normalmente voy y regreso caminando. El trayecto lo hago en 1 hora a paso tranquilo y continuado. Es un ejercicio que practico considerando que tengo un poco de vida sedentaria. Sin embargo, ese día en particular, estaba más cansado de lo habitual. Faltando poco más de 3 cuadras para llegar a la Av. Salaverry, caminando por Domingo Cueto casi llegando a la Av. Edgardo Rebagliatti (son cuadras pequeñas por cierto), cuando pensé que podría tomar un transporte público, una combi, que me dejaría en la esquina de mi casa.  Y se me ocurrió, sin preocupación, responsabilidad, convicción ni devoción consciente, el decir “Señor, si te parece, ¿podrías permitirme encontrar rápidamente una combi en la esquina de Salaverry?”. Y ya faltando poco más de 1 cuadra, casi a la altura del Jr. Capac Yupanqui, crucé la avenida rumbo al paradero que esta en el parquecito, y cuando un ómnibus, que bloqueaba mi visión de la esquina donde esta el paradero, se movió y me permitió ver, cual no sería mi sorpresa al ver llegar, en perfecta sincronía con mi paso, una combi de la ruta que me deja en la esquina de mi casa, forma tal que ni bien llegué a la esquina, dicha combi paró, también, en la mencionada esquina, y el cobrador bajó y abriendo la puerta del asiento delantero, me invitó a subir, cosa que yo hice. Luego de terminar de sonreír con mucho entusiasmo y espontaneidad, agradecí al señor por ese detalle, y el resto del trayecto recé un rosario completo hasta llegar a la esquina de mi casa.
  2. La mano sobre mi hombro.
    Tengo hábitos en cuánto a mi vida como cristiano. Hábitos que no requieren una prueba ni muestra de fe, sino que están más bien basados y sustentados en disciplina. Cuando estudiaba piano, mis maestras y maestros me decían, en sus palabras y tonos, “que toda interpretación esta sustentada en una técnica sólida y esta se consigue con repeticiones constantes y dedicadas, algo que sólo se logra con disciplina”. De ahí que mis hábitos cristianos incluían misa y comunión diaria, así como reconciliación semanal, siendo estas las más importantes de todas.  En una oportunidad, no recuerdo el tenor de mi confesión, terminada la conversación con el sacerdote, fui a una banca a rezar la penitencia impuesta, que incluía varios Ave María. Era un día jueves, lo recuerdo bien porque estaban llevando a cabo la hora santa de la UNER. Por alguna razón que hasta ahora no puedo explicar, mientras terminaba de rezar los Ave María impuestos como parte de mi penitencia, me emocioné profundamente, y como nunca antes, me puse “a conversar” con la virgen María y luego de hablarle termino diciéndole “lo único que deseo es saber si estoy haciendo bien las cosas, no sé, algo así como unas simples palmaditas en el hombro me ayudarían”. Para esto, yo ya estaba en pie, no arrodillado, pues mi penitencia la había terminado, y estando de pie, estaba en el campo visual del sacerdote que me había confesado, párroco de la iglesia que asisto. Con el rabillo del ojo noté que me estaba mirando y voltee, pensando que podría asistirle en algo. Y en efecto, así fue, pues el sacerdote me hizo una seña como preguntándome “¿hay más feligreses por confesar?” a lo que le respondí, con un gesto sencillo de mi cabeza, que no había nadie más. El sacerdote, con el clásico “pulgar en alto” me respondió lo que entendí como un “ok, gracias”. Luego, yo seguí prestando atención a la hora santa y de pronto, pero sin asustarme, sentí 2 o 3 palmaditas en mi hombro derecho: era el sacerdote que estaba retirándose el que me había dado las palmaditas. Me costó un poco no emocionarme hasta las lágrimas.
  3. Los análisis de mi madre.
    Uno de los más grandes inconvenientes del servicio PADOMI, que no opaca para nada su gran labor social y profesional, es que hay un margen de desconsideración, no por capricho, sino por infraestructura, logística y tiempo. Cuando se programa una visita médica, PADOMI te informa, si los llamas por supuesto, el día en que iría el médico. Por supuesto, no pueden indicar la hora precisa ni mucho menos aproximada, eso si, te dan un margen amplio de horas en que podría ir. Algunos tienen la mala costumbre de adelantar la visita, hasta 2 días, sin previo aviso, presentarse en el domicilio y casi casi decirte “si quieres la atiendo, sino, normal, me reprograman para el próximo mes… si hay cupo”. Con los técnicos que toman las muestras para los análisis sucede algo parecido. En este caso si llaman al domicilio uno o dos días antes de la visita, pero piden que el paciente este en ayunas y que el horario de tomas de muestra es entre las 7 a.m. y las 12:00 p.m. Por supuesto, yo no puedo tener a mi madre hasta las 12, en el peor de los casos, sin alimentos debido a un problema gástrico que tiene, así que siempre les digo que sólo puedo esperar hasta las 9:00 a.m. La primera vez, que es a la que hago referencia, estaba ya a punto de ir a la panadería a comprar pan para su desayuno, pues eran las 8:57 a.m. y no venían los técnicos para tomar la muestra. Y justo cuando abrí la puerta de la casa para salir, tocaron el timbre: eran los técnicos. Y desde entonces, cada vez que le toca análisis a mi mami, me encomiendo al señor y siempre, SIEMPRE, llegan a tiempo, esto es, antes de las 9:00 a.m. Esto para mi no es coincidencia: es providencia.
  4. Las llaves de la puerta.
    Esto tiene dos versiones: una antes de mi “conversión” y otra después de. Y por conversión hago referencia al estar consciente de mi lado espiritual y a la disciplina de mantenerlo activo, evolucionando y escucharlo diariamente. Esto en la práctica se convirtió, en mi caso, el ser de misa y comunión diaria, reconciliación semanal e integrar 2 grupos, uno de oración y otro de estudio (por decirlo de una forma genérica, no literal). El Primer evento ocurrió más o menos por 1995-96 si mal no recuerdo. En ese entonces tenía  una bicicleta montañera y, luego de acostumbrarme al ejercicio y las distancias moderadas, tenía el hábito, todos los domingos, de salir a las 5:00 a.m. y regresar a las 8:00 a.m. luego de hacer un recorrido de aproximadamente 30 Kms, desde mi casa hasta el mercadillo de Musa, casi a la entrada de Cieneguilla, en La Molina.  Pues sucede que cuando regresé, encontré mi manojo de llaves (soy el único que carga TODAS las llaves de todas las puertas de la casa) prendidas en la puerta, a vista y paciencia de todos. El segundo evento fue más reciente, cosa de unas semanas, y fue que salí para ir de compras al mercado, y al regresar, encontré la puerta de calle entre abierta: no la había cerrado bien. Para mi no hay duda alguna de que fue lo que pasó.
  5. Y le dijeron que no se movería de su asiento en todo el día. Esto sucedió mucho antes de lo narrado anteriormente, capaz 30 años, inicio de la década de los 80 aproximadamente. En ese entonces vivía en otra casa, no tan lejos de la actual. Salí a la avenida principal a tomar un taxi para ir a la casa de mi maestra de piano. Paró un taxi, le dije a donde quería ir, me dijo el precio y sin regatearle nada (pues me pareció justo el precio) subí. En el trayecto me contó algo, porque según el “tenía pinta de una persona inteligente”. Me dijo que al iniciar el día, le tomaron una carrera un señor con su niña, para ir a un hospital que esta al otro lado de la ciudad, es decir, una distancia más que considerable. Se pactó el costo del servicio y al llegar al destino, se bajó el señor con su hija y le dijo al taxista “Disculpa, pero no tengo un cobre, pero necesitaba llevar a mi niña por una emergencia. Perdona que te haya mentido y engañado, pero te aseguro que hoy día no te levantarás de ese asiento”. El taxista me dijo que lejos de molestarse (lo cual hubiera sido más que comprensible) le dijo que se fuera y buscó olvidar el asunto. Luego, ni bien llegó al final de la esquina donde dejó al señor con su niña, una joven le llamó, le dijo a donde quería ir, el taxista le dio su precio y ella acepto sin regatear nada. Luego, al dejarla, a media cuadra de donde tomé la carrera, igual yo no regatee. No pude darle una explicación, pues me la pidió, y tampoco creí lo que me dijo a decir verdad. Llegamos a mi destino, nos despedimos y me quedé viendo como se iba, pero no llegó a la esquina y le paró otra persona que rápidamente entró al taxi y se fueron. Pese a mi edad y todo, siempre creí, y sigo creyendo, que ese día ese taxista no se levantó de su asiento y tuvo carrera tras carrera.
  6. La combi y el asiento delantero. Esta es una “variación” de la que titulé La combi con la puerta abierta, la primera de mi lista. El entorno era el mismo, de regreso de PADOMI, y motivado por el evento anterior (yo voy una vez por mes a PADOMI por lo general, y en este caso fue así, el primer evento sucedió más o menos un mes antes), casi por el mismo lugar se me ocurrió, así de “insolente” el ver si se podía repetir lo acontecido hace casi un mes. Y  se lo pedí, lo más formal y sincero que sentí podía hacerlo. Bueno, llegué a la esquina en cuestión, pero esta vez no había una combi con la puerta abierta, sin embargo, al poco tiempo, ni un minuto de haber llegado a la esquina, llegó una combi y se estacionó prácticamente frente a mi. Ahora bien, a mi me gusta mucho ir sentado en la parte de adelante, más que nada porque así no tendré problemas de ingreso y salida de pasajeros, y lo único que podría “incomodarme” sería que suba un pasajero más si el asiento es amplio (que por cierto esta prohibido por la ley, que en un transporte público vayan dos pasajeros junto con el conductor, pero en fin, esto es Lima, en Perú). Y para el caso, había un pasajero en el asiento delantero. En ese instante pensé en dejar la combi y caminar hacia mi casa, pero luego pensé que no debía de desaprovechar la oportunidad de una combi con asientos disponibles (estaba casi vacía por cierto) y subí a la combi. Luego de subir se puso casi al instante en movimiento y yo dije para mis adentros “Señor muchas gracias por esta combi, no importa que no hay asido a mi gusto, yo te agradezco tu ayuda de verdad”. Y bueno, en la siguiente esquina… se bajó el pasajero que estaba en el asiento delantero, y ni corto ni perezoso, me pasé al asiento delantero y disfruté de la alegría de haber sido atendido por él. Porque de eso no me queda la menor duda.
  7. El pan nuestro de cada día.
    Soy una persona de hábitos y rutinas, lo cual me permite disfrutar de los imprevistos cuando se dan, justamente por la costumbre contraria. En la panadería que esta a una cuadra de mi casa, tienen horarios prácticamente fijos para la venta de pan, sobre todo de las variedades “menos populares”. Hace cosa de un año, agregaron a su lista de panes, una variedad de ciabatta: el ciabatta integral. No sólo muy sabroso, sino de una textura ideal no sólo para el paladar de mi mami, mi tía y el mío, sino que igual opinión tienen muchas personas. Lamentablemente la producción de esta variedad de ciabatta no tiene la cobertura de otros como el ciabatta normal o el pan francés. Y por lo general, los domingos pasadas las 8:30 a.m. es muy poco probable encontrar ciabatta integral, y si se encuentra, son los más delgados y pequeños, porque por obvias razones, la gente los adquiere temprano para sus desayunos, y piden los más grandes y gruesos. Ese día, como todos los domingos, asistí a misa de 7: 00 a.m. y, si no hubiese inconveniente alguno, debería de estar de regreso a mi casa poco más de las 8:00 a.m., con el tiempo suficiente para ir a la panadería y encontrar algunos simpáticos como para el desayuno de mi madre. Sin embargo, ese domingo en cuestión, me desocupé de la misa mucho más tarde de lo habitual debido no sólo a una prédica más larga de lo habitual, sino porque como estuve acolitando, no pude salir rápido del templo y me quedé hasta el final, ya que el párroco tiene la costumbre de salir a despedirse de todos, y claro, había una cola bastante larga. La cuestión es que ese día llegué a la panadería como a las 8:40 a.m. totalmente resignado a no encontrar ciabatta. Y si, por supuesto que lo encontré, pero no fue eso todo precisamente, sino que no sólo encontré pan ciabatta sino que por alguna “misteriosa razón” habían hecho una plancha más de ciabatta integral, y justo justo, ni bien entré a la panadería, abrían el horno para sacar el ciabatta. Me lo dieron en doble bolsa de papel, y llevé, como nunca, pan salido del horno a mi hogar. El pan de cada día. ¿Y cómo así? Porque bien cierto es que yo podría haber salido por una lateral, o apresurar el paso y colarme por un lado saludando al padre de voz y no con la mano como los demás, pero me quedé porque  sabía que no sólo debía dar un ejemplo, sino porque era lo correcto. Y en todo eso, pedía por el pan para mi mami. No se como lo habré pedido, pero fui escuchado.
  8. Un billete silencioso.
    Yo administro el dinero de mi madre, de su pensión. Soy sumamente meticuloso y prolijo, extremadamente preciso, hasta el punto de mortificarme si faltan 10 centavos. No exagero, es la verdad. No es mi dinero, es el de mi madre, y eso incrementa la responsabilidad y el peso de atención que normalmente entrego a estas situaciones. Si fuera mi dinero, me preocuparía, por supuesto, pero no tanto, es la verdad. Llevo registro de todos los gastos realizados en un libro Excel. La contabilidad que llevo es más que detallada: es precisa, y dispongo de mecanismos de validación, lo que me permite, antes de contar físicamente el dinero, tener la seguridad de que monto y que cantidad de unidades en todas las denominaciones utilizadas tengo en el sobre diario. Así de prolijo soy. Y han habido momentos en que he “perdido centavos y hasta algunos soles”. La mayor pérdida fue de 9 soles y eso fue casi al principio, motivo por el cual desarrollé nuevos hábitos. Desde esa oportunidad, las pérdidas fueron mínimas y muy raras, a tal punto que solo fueron 3: una de 5 centavos, otra de 10 centavos y una más reciente de… 5 centavos. Puede resultar ridículo que lo mencione, pero luego de la pérdida de 9 soles, los hábitos desarrollados han sido por demás eficientes. Esto hasta hace unas semanas. Yo tengo la costumbre de llevar el dinero en 3 lugares distintos, según el uso: movilidad, gasto a realizar y un monto de respaldo, por si o encuentro algo que necesite y no había considerado adquirir, o para movilidad en caso se me requiera urgentemente en casa. Así que no hay forma de que confunda los billetes y montos fácilmente. Y el vuelto, siempre va a un bolsillo específico. Si, paranoia pura (jejejeje). Bueno, la cuestión es que en la mañana, al día siguiente, saque cuentas y me di con la sorpresa de que me faltaban 10 soles, en billete.  Si hubieran sido en monedas podría comprenderlo como que fue un descuido de mi parte, pero siendo billete, era muchísimo más complicado el asunto. No obstante, pensando y pensando, acepté que simplemente tuve un desafortunado descuido, muy poco probable a mi gusto, pero era la única explicación. Recordé lo dicho por Arthur Conan Doyle, el notable autor creador del personaje Sherlock Holmes : Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad. Así que estaba en una situación en que debía de aceptar que aunque no recordaba y estaba seguro de no haber tomado billetes de esa denominación del respaldo (en ese día fue la única denominación que había tomado para respaldo, pues para compras fueron denominaciones diferentes), en algún momento debí de haberlo hecho inconsciente o negligentemente. Salí al mercado como todos los días, por supuesto pidiéndole al señor que me ilumine para recordar donde puse ese billete, pero luego de un tiempo, llegó a mi una extraña resignación y la aceptación de que por más prolijo que sea, infalible no sería. Entonces, simplemente pensé “ok, como tu digas, por algo será, sólo ayúdame a no cometer el mismo error otra vez”. Casi por el medio día, volví a hacer cuentas por los gastos que había realizado en la mañana, cuando, ya con la tranquilidad de la resignación sincera, al momento de poner el sobre en su sitio, encontré el billete faltante. ¿Cómo llegó ahí? Supongo que al guardar el dinero se escurrió silenciosamente. La verdad no lo sé, pero lo encontré y estoy agradecido por ello.
  9. Cuando hay verdadero desinterés…
    Yo tengo un dicho “Todos los problemas, sin excepción, tienen solución. Sin embargo, el detalle esta en que no siempre la solución es de nuestro agrado.” Fui a Metro a aprovechar las ofertas del 3x2 que suelen ofrecer casi mensualmente. Y lo que busco siempre es un producto de higiene para mi mami. Cuando esta 3x2 sale mucho más a cuenta, de lejos. Bueno, fui al Metro que habitualmente voy, donde sabía que pocas veces encontraba el producto en cuestión, pero como algunas veces si encontré, tenía esperanzas. Y bueno, no había, así que me fui caminando al local de Jesús María, a unos 30 minutos caminando. Llegué y me pareció no encontrar, pues no me había percatado que los habían puesto a un costado de los anaqueles, no en los anaqueles mismo, sino a los costados (espero estar explicándome bien). Pregunté a una dependiente y luego de consultar, me indicó donde estaban y pude comprar los que necesitaba. Ya que estaba ahí, busqué el resto de productos pero habían algunos y otros no, en especial no había el yogurt que le gusta a mi mami, pero en la otra tienda si hay. Y si caminé fue porque este producto de higiene es mucho más importante que el yogurt. Así que caballero, pagué y me retiré de regreso al primer local de Metro. Ahí encontré el resto de productos, pero cuando tocó ver por las hamburguesas que normalmente compro, no habían en stock, pero había otras, también en 3x2 pero un poquito más caras, no escandalosamente cara, pero si un precio mayor. En ves de comprar los 6 paquetes que normalmente compro, compré 3 porque me pareció correcto. Al llegar a la caja, para cancelar la compra, me di con la sorpresa de que fui beneficiado con un descuento muy significativo, no se por que. Y bueno, como dije en el título, cuando hay verdadero desinterés, en este caso, pensé siempre primero en mi mami y no en mi comodidad, hay siempre pequeños “presentes” que funcionan como un toque de hombros.
  10. La misa por salud en el día del cumpleaños de mi mami.Yo había dejado, hace un mes justamente, de ir a mi parroquia debido a un mal entendido de parte del párroco que terminó hiriéndome y molestándome mucho. Muchísimo. Pero ese es otro tema a compartir luego. La cuestión es que el párroco tiene la costumbre de, cuando se tratan de misas separadas por algún evento (en este caso el cumpleaños de mi mami) el hacer mención de la persona beneficiada por la misa, al inicio de la misma, durante la prédica, luego de la prédica, por lo general junto con las peticiones (si las hay, porque hay sacerdotes que no incluyen las peticiones en las misas diarias, pero si en las dominicales) y en la liturgia de la eucaristía, en momentos diferentes. En este caso, la mencionó al inicio… y nada más. Yo sabía que el me había visto, pues yo me senté al final del templo, como hacía al inicio de mi vida en la parroquia, así que pensé que podría haber algo relacionado con el hecho de haber abandonado, sin explicación alguna la parroquia (porque seguía y sigo yendo a misa dominical, pero ya dejé de ser de misa diaria, por el momento) y bueno, estaba bastante incómodo. Yo tengo la costumbre, luego que la misa termina voy a despedirme de San Juan Pablo II, Santa María Faustina Kowalska, el Señor de la Misericordia y finalmente de el Señor de los Milagros, los 3 primeros están a la derecha del atrio de la iglesia (viendo desde el ingreso a la misma) y el último a la derecha, al costado del confesionario. Ya había terminado la comunión y pensaba “si hago como siempre, despedirme luego de la bendición, para cuando termine, el padre ya habrá tenido tiempo de ir a la entrada del templo y me vería en la incómoda situación de verle y tener que saludarle, pues pasar a su lado sin saludarle sería tan notorio el esquive que sería por demás grosero de mi parte”. Así que opté por “despedirme” cuando empezase los avisos parroquiales. Eso hice y esperé cerca de la puerta la bendición, y estoy seguro que me vio pues hizo algo que jamás le había visto hacer… dijo “agradezcamos a nuestra madre por el día de hoy y también por la salud y bienestar de (el nombre de mi madre) por el día de su cumpleaños, con una salve…”. El no suele terminar la misa dominical con un rezo a la virgen, lo hace, pero no seguido, y mucho menos con una salve. ¿Lo hizo porque me vio? Creo que si, pero no estoy seguro, pero el caso es que mi madre tuve un tratamiento especial en su día. Y eso yo recojo, valoro y agradezco.
  11. El mejor inicio de año.
    Dejé para el final, el evento qué tiene más significado para mi. Sucede que el 31 de diciembre del 2015, me llamó a mi celular el vicario de mi parroquia. ¡Una sorpresa mayúscula por cierto! El asunto era que el vicario no podía ir a celebrar misa el 1ro. en la capilla de la comunidad, y le pidió a otro sacerdote que le reemplace, pero aunque este sacerdote ya había venido varias veces al templo, pero nunca a la capilla, y la ayuda que me solicitaba era que esperara al padre en la parroquia y le acompañe hasta la capilla. Por supuesto que accedí gustoso y honrado. Al día siguiente, el 1ro. me llamó a mi celular el párroco de mi parroquia, mayúscula sorpresa por cierto. Luego de los saludos de rigor, me comentó que estaba informado de la asistencia que le iba a brindar al vicario, y que por favor, ni bien me encuentre con el padre que iba a acompañar, le avisará a el, al párroco, para que me alcance una documentación para la monición de rigor que se llevaría a cabo en la capilla. Por supuesto accedí también. Luego de hacer todo eso, ya en la capilla, mientras esperábamos que terminara una ceremonia por ser primer viernes de mes, estaba despidiéndome del padre y el me dijo un poquito asustado “¿ya te vas?”, por lo que intuí, por supuesto, que requeriría algo adicional. En efecto, el quería, luego de la misa, ir a un lugar pero no sabía como llegar, ni donde tomar su movilidad. Entonces  le dije que me quedaría, y procedí a consultar al monitor de la misa, si había un acolito asignado para darle algunas referencias de las particularidades del padre en la misa pues yo había acolitado algunas veces para él. Me dijeron que no había persona disponible, así que tomé la responsabilidad de acolitar. A diferencia de las misas en el templo principal, donde el acólito utiliza la patena para la comunión y entrega una adicional a uno de los lectores, en la capilla, los dos lectores asumen esa responsabilidad, haya o no acólito. Por supuesto no hubo objeción de mi parte. Habiendo terminado la ceremonia de consagración y los rezos de rigor, estaba por empezar la comunión, el padre le dio la comunión a la ministro de eucaristía que asistía en esa misa, y luego le entregó el copón con hostias. Luego iba a proceder el mismo a dar también la comunión, pero noté que no se había quitado el micrófono inalámbrico y, claro, si avanzaba un poco más, iba a quedar colgando el aparatito en cuestión, lo cual no era para nada apropiado. Así que me acerqué para asistirle quitándole el micrófono. Y fue entonces que el padre al verme, lo que hizo fue mojar una hostia en el vino y darme la comunión en ese momento. En el altar mismo. ¡Tamaño honor inmerecido! Por eso digo, ese primer día del año será por mucho, muchísimo tiempo, el mejor día de mi vida.



Un adicional. Esto aconteció el día de hoy (por eso lo escribo) miércoles 24 de febrero del 2016. Había venido la hermana de un muy buen amigo mío, para ver el tema de un sistema que estoy desarrollando. El día de ayer le había preguntado a mi amigo si su hermana iría a su consultorio para dejarle la laptop, y como iba a ser así, le pregunté si podría darme un aventón para ir a PADOMI para recoger un par de medicamentos para mi mami. Bueno, me dejó en PADOMI, recogí el medicamento y de ahí me fui a comprar una crema que parece ser muy buena para aliviar los dolores de la artrosis. Caminé algo así como 2km. hasta el local donde compré la crema y, por la hora, 5 de la tarde, tenía mis dudas sobre que ruta tomar para regresar, porque si regresaba más o menos a 2 cuadras de PADOMI para tomar la movilidad que últimamente estaba tomando, iba a ser casi 2km. más y aunque suelo caminar mucho más que eso, estaba particularmente cansado. Así que opté por irme a la Av. Salaverry, consciente de que podría no encontrar combis disponibles, pues por la hora, y en esa zona, pocos bajan y vienen las unidades llenas con pasajeros que van, por lo general, por la zona de la Universidad La Católica. Por supuesto, le pedí al señor si me podría ayudar permitiéndome encontrar una combi con asientos disponibles, no importa si no era el delantero. Pero la combi que llegó, estaba al tope. Ni modo, decidí irme a la Av. Brasil para ver si encontraba alguna movilidad que vaya por la Av. Bolívar. Llegando a la esquina de la Av. De la peruanidad, vi una unidad de las antiguas custers que tenían la ruta de toda la Av. Bolívar,  General Garzón, 28 de Julio y toda la Av. Arequipa (era la ruta más codiciada y utilizada de los que viven en Pueblo Libre, pero por una torpe iniciativa de la única alcaldesa que hemos tenido, perdimos esa y otras rutas similares) y la vi estacionada “curiosamente como si fuera un paradero inicial-final". En ese momento presté atención a un grupo de personas paradas y esperando al otro lado de 28 de Julio y me picó la curiosidad, así como se despertó mi intuición. Y acerté, pues al cruzar vi que otra unidad de las que le he mencionado, estaba rodeando el monumento a Jorge Chávez y tomando la Av. 28 de Julio, como era parte de su antigua ruta, pregunté por supuesto si iba toda la Av. Bolívar y ante una respuesta afirmativa, subí y me senté en el asiento delantero con total comodidad. Así son las cosas que me suceden.