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viernes, 24 de febrero de 2012

Balance republicado

No me gusta mi vida. Pero me gusta mi personalidad. No me agrada mi entorno. Pero me agrada el horizonte que percibo. Contradicciones. Mi vida siempre ha sido una contradicción. Como decía, en tono “maduro y experimentado” cuando era más joven: soy un niño atrapado en las tribulaciones de un adulto. Y bueno, tengo algo de vidente.

balance1Soy un pianista frustrado, no por el carácter, sino porque se muy bien que “si hubiera” (bendita como maldita expresión) sido más disciplinado o de pronto más creyente en mi mismo, a estas alturas tendría varios Lp y CD’s grabados. No, no estoy exagerando. Tengo motivos para probarlo. Cometí muchos errores en mi vida, y si, claro, ¿quién no?. Pero hablo de verdaderos errores, aquellos en que no sólo involucras a terceros, amigos y personas queridas, sino que, y es lo más triste de todo (a mi entender), involucré mi propio futuro. Uno tiene la vida que tiene por consecuencia directa y exclusiva de las decisiones que toma en el momento que las tomó. Que jodido es esto. Para vivir “exitosamente”, cualquiera que sea la definición que le podamos o queramos dar, hay que saber, simplemente, que y cuando hacer lo correcto. Caso contrario, pues la riegas. No es culpa de otros, no hay traición o decepción que justifique algo. Uno escoge confiar, uno decide confiar, uno se esperanza en que la confianza depositada sea proporcional a la realidad que se vivirá a futuro. Uno espera. ¿Uno sueña?, tal vez, en parte. Y cuando esperamos más de alguien, más de alguna situación, y no se cumple, ¿quién tiene la culpa?. ¿La persona o situación que “astutamente” nos hizo creer, ver y percibir algo que no era?. Ah claro, la experiencia. Si uno no la tiene, sólo quedaría la intuición, pero seamos sinceros, ¿quién en su sano juicio seguiría toda su vida basada en su intuición?. Con tantas cosas que vemos, leemos y oímos, la intuición se va perdiendo como perdimos la credibilidad en Santa Claus o Papa Noel.

Estoy donde esto porque tome malas decisiones. Punto. Tengo la vida que merezco como fruto de mis decisiones. ¿De que me puedo quejar?. Sólo de una cosa: de no poder levantarme aún. Soy fuerte, vaya si he aguantado muchas cosas en esta vida. Dicen, y bien intencionadas personas, “Dios te esta poniendo a prueba porque esta reservando grandes cosas para ti”. No me jodan. Menos ahora que puedo sentirle y saber que esta a mi lado (y la sangre de mi bella Malú fue el precio que tuve que pagar y la cruz que cargaré por siempre, una de las muchas que tendré que arrimar en mi no pequeña espalda).

El problema de madurar, en fin, de seguir creciendo como persona, es que muchas respuestas encuentran a las preguntas que uno tiene guardadas ahí, en ese rincón que preferimos no ver para ignorar su presencia. El tiempo NO hace que olvidemos las cosas. Nada, ni el Papa, ni Mandrake ni el chino de la esquina puede hacernos olvidar algo. El tiempo AYUDA a sobrellevar las cosas de la mejor manera posible. Como esa vieja herida de colegio que de vez en cuando nos recuerda su presencia con ese dolorcito que viene y va. Así es como se lidia con el tiempo.

Como decía, el problema de madurar es, entre otras cosas, que nos vamos dando cuenta de como son las cosas, y eso porque ya estamos llegando a la cúspide de la montaña donde todos los adultos ven la vida. Nuestros padres dejan de ser nuestros héroes, pasamos por una etapa en que los juzgamos, en que los subestimamos y al final, al completar una etapa de maduración, los vemos como nuestros iguales, esto es, los vemos como las personas que son: con valores y defectos. Uno no elige la familia en que va a vivir, así como no puede elegir los hijos que va a tener. Dicen que los gatos eligen a sus amos, ¿será cierto?. Y cuando uno llega a la cima de esa montaña, contemplamos todo con más calma, siempre y cuando nuestro ascenso haya sido, al menos, apropiado. Pero si llegamos con frustraciones, rabia, odio, insatisfacciones y demás mierda, pues no creas que vamos poder respirar aire limpio.

Y los que pueden respirar aire limpio tampoco se libran de la sutileza de los olores sin aromas (¿controversia?). Bien dicen “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, y tantas variaciones podríamos hacer al respecto.

Si, tengo la vida que merezco porque así me permití tenerla. Estoy en la cima. Por eso lo se.