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domingo, 7 de diciembre de 2014

Mi confirmación

Tengo, a la sazón, 52 años y el domingo pasado fue mi confirmación. No me confirmé porque necesitara el documento, ni por tradición, ni por caerle bien a alguien ni mucho menos agradarle. Me confirmé porque sentí, literalmente, que era el momento correcto para hacerlo.

Y las cosas empezaron a desencadenarse.

Cuando decidí confirmarme, estuve averiguando y me informaron que siempre se aperturaba la catequesis de confirmación para adultos (soy un crío de 52 años apenas) me parece recordar que todos los primeros sábados de cada mes en el Arzobispado, y que las charlas eran en el seminario de Santo Toribio, convenientemente cerca de mi casa, en un horario apretado para asistir a la misa de 6 p.m. de los sábados, pero viable después de todo.

perro contemplando puesta sol

Un día, el párroco de mi iglesia, La Encarnación, el padre Víctor, anunció que se aperturaba la catequesis de confirmación para adultos, la cual se llevaría a efecto en la misma parroquia. Mejor no podía ser. Me inscribí y empezaba 2 trámites a seguir: conseguir mi partida de bautizo y buscar padrino.

Lo de mi partida era un trámite porque yo no tengo partida de bautizo inicialmente, debido a un olvido del sacerdote que me bautizó al día siguiente de haber nacido. Había olvidado por completo, totalmente, que a raíz de mi matrimonio, logré que se registrara mi partida de bautizo y pude, evidentemente, casarme. El sacerdote que me casó fue el mismo que me bautizó y dejó de lado el hecho de que no fuera confirmado, no como compensación por su olvido sino por amistad con mi padre, que en paz descanse.

Averiguando por aquí y por allá me informé cómo así había conseguido la partida en cuestión. La volví a tramitar y luego de un pequeño contratiempo, la conseguí. Ahora es el tema del padrino. Si se mantenía la tradición de que en el caso de una mujer se da la madrina y en el caso de un hombre se da el padrino, mi primera opción era el mismo padre Víctor siempre y cuando esto fuera posible, lo cual teóricamente lo hubiera sido porque uno de los chicos (jóvenes) de la confirmación tuvo por padrino al padre Jorge, primer vicario de la parroquia, y que luego, por disposición del arzobispado, dejó de serlo. Mi segunda opción era uno de mis instructores de la UNER, el Sr. Adrián.

Pero ya había tirado ojo y pestaña a, la que al momento de escribir esta publicación, es, junto con el Sr. Adrián, instructora en la UNER: la Sra. Maritza Flores. Con ella hay toda una historia que no es apropiado adjuntar en este momento. Luego de consultarle y, ante su primera reacción que fue negarse, luego de argumentarle “sabia y elocuentemente” el porque le había escogido, accedió, claro, sin el compromiso tradicional de obsequiarme una paleta y un helado luego de la ceremonia.

De un inicio pensé “tirarme la vaca” unas sesiones en la catequesis de confirmación, pues era larga, más de 2 meses. No falté a ninguna. Sólo Dios sabe por que, claro, y yo sigo ignorándolo. Sólo puedo esbozar una explicación, y es que en el fondo, muy en el, sabía lo que estaba haciendo y sabía el grado de compromiso que iba a asumir.

Todo estuvo listo: trámites, madrina, terno nuevo(tenía que ser porque mis ternos eran de la época en que pesaba 109Kg. y ahora estoy en unos ligerísimos y esbeltos 85kg) y todo lo demás. Excepto en la parte espiritual.

contemplar el mar

Un lunes, inicio de semana, de la semana en que sería mi confirmación, en el domingo, cometí el pecado de la carne al ceder ante mi deseo de compañía, placer y relax. Por supuesto que fue agradable, como no, pero había que subsanar la falta con la correspondiente constricción y arrepentimiento. Suena cínico decirlo, pero dado el caso y las circunstancias, no podría ser explicado de otra forma: no es cuestión de “borrón y cuenta nueva” sino de haber presentado batalla a la tentación (a la cual 2 veces le gané, lo cual, en mi idiosincrasia y forma de vida es todo un logro) y ceder porque la soledad fue mucho más fuerte que el mismo deseo inherente a obtener.

El martes fui al templo de Las Nazarenas a buscar la reconciliación. Y encontré mucho más de lo que hubiera jamás imaginado, deseado, esperado y comprendido. No recuerdo al pie de la letra el diálogo pero este es un compendio muy aproximado:

Sacerdote: Ave María purísima

Yo: Sin pecado concebida

S: Dime, ¿vas a misa todos los domingos?

Y: Soy de misa diaria padre

S: (silencio)… ¿eres casado?

Y: Divorciado por lo civil pero sigo casado por la iglesia, sin hijos, divorciado desde el 2004

S: (silencio)… mira, esta por terminar un año más, un año litúrgico, vamos, que hay que pedirle al señor que el año que viene sea mucho mejor que el que esta terminado, ¿si?, eso hay que pedirle al señor, no importa tus pecados, olvídalos, ya fueron, no volverán a hacerte daño, ahora sólo piensa que el año termino y uno nuevo empieza y empieza bien este año, que sea mejor que el que termina ¿vale? no pienses en nada más, vive tranquilo y busca hacer de este año uno mejor… ve, tus pecados han sido perdonados… reza 6 aves maría y nada más

Yo sin poder creer lo que había pasado. Acerqué mi mano por un costado esperando que el tomase la mía y lo hizo. Le apreté un poco en gesto de cariño y el respondió con tanta suavidad que, y hasta el día de mi muerte terrenal lo sostendré, ese día el señor toco mi mano, me permitió, a través de este sacerdote, tocarle.

Una de las catequistas nos dijo “No es el sacerdote el que te perdona los pecados, sino Cristo mismo. El sacerdote es el medio, nada más. Cuando te confiesas, es Cristo el que te escucha, el que te responde y el que te absuelve tus pecados. Toda confesión y absolución, no importa como sea el sacerdote, es válida.” Yo creo firmemente que tuve la oportunidad de estar en contacto físico con el. Punto.

El día de mi confirmación, conversando con mi madrina, entré en conciencia de lo que estaba por hacer en ese momento. No era precisamente que “voluntariamente me ofrecía al señor” sino que “me ofrecía al señor para que él haga su voluntad en mi”. Todo ha cambiado, no desde ese momento, como por milagro, sino desde antes, mucho antes, sino que recién ahora me vengo a dar cuenta de ello.

Así fue mi confirmación.