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sábado, 17 de noviembre de 2012

¿Amar es un pecado?

Veamos, yo soy católico y practicante en gran medida. No soy un fanático religioso ni mucho menos. Sin embargo hay cosas que no logro entender aún de la religión católica. Estoy de acuerdo en el sentido de que el matrimonio religioso debería de ser para toda la vida, pero la realidad es que todos, salvo algunas excepciones, llegan frente a un sacerdote deseando que esa unión sea para toda la vida. Pero la realidad es que no todos lo logran. Y aquí viene lo que no comprendo del todo. Si uno, como yo por ejemplo, está divorciado pero el matrimonio religioso no ha sido anulado, si tiene una pareja sentimental con la cual tiene relaciones sexuales, algo muy normal por cierto, esa persona estará impedida de comulgar, pues ante los ojos de la iglesia estaría cometiendo adulterio. Imagino que, aunque con menor rigor, igual criterio se aplicaría aún cuando no habiendo sexo aún, si hay una relación sentimental recíproca.

En pocas palabras, y sin ánimo de tergiversar el espíritu de la norma, si uno está divorciado pero no ha obtenido la anulación de su matrimonio religioso, no podrá tener pareja formal ni de ningún tipo sin perder su comunión.

En mi caso, si encontrará a una pareja ideal, nos enamoramos, tenemos relaciones sexuales de manera normal y sana, ¿estaría cometiendo algún tipo de pecado? Pareciera que sí, pero ¿entonces porque yo no siento que he hecho siquiera algo malo? Es porque amar a alguien sinceramente y ser retribuido en ello, además de la parte íntima, no es para nada algo por lo que sentirse mal. Sin embargo, una norma de la iglesia, que muchos (y me incluyo) no tomamos en serio, de que el matrimonio debe ser para siempre, hace presencia y se hace notar de una forma que no resulta fácil ignorarla.

Puedo y de hecho voy a empezar el trámite para solicitar la anulación de mi matrimonio. No sé si lo lograré. Y no es para poder tener sexo sin sentirme culpable (aún si pagara por ello obviamente no teniendo pareja estable o de algún tipo), sino para poder volver a tener una vida normal, donde no tenga porque someterme a una restricción o castigo por algo tan natural como amar a alguien. Veremos que pasa luego.