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jueves, 26 de octubre de 2017

Calibre, el web ePubLibre y hábitos insumisos



Me ha costado adquirir el gusto por la lectura. Y me ha costado porque sólo una vez en la vida se puede romper la barrera de los 50 años de vida, esto es, he necesitado esperar adquirir una madurez mental, intelectual, emocional, física, fisiológica, ósea y sexual para poder tener la disposición y ánimo para dejar que las palabras de otros, al ser leídas, influyan en mi de forma que sólo antes podía hacer la música, sobre todo cuando me sentaba al piano.

Con el paso de los años mis gustos han ido cambiando, afianzándose en alguna forma me parece. Me atrae lecturas filosóficas, de corte histórico, documentales, doctrinales, que impliquen profundizar en un tema; de igual forma, como saliendo de la dieta, pero de manera consciente (contando calorías), me permito lecturas más ligeras, clásicos libros de bolsillos de temáticas más bien comerciales que intelectuales.

Y todo esto empezó, el 2013, cuando compré mi primera, y hasta la fecha, única Tablet. Ahora, en mi dolida laptop (con Windows Vista , laptop adquirida el 2009, donde la pantalla esta al 5% de visibilidad, debido a un cambio de teclado el sistema se ha vuelto algo excéntrico, la trato con algodones para que no se me enoje y deje de funcionar) me ha permitido, hasta el momento, y a la fecha de redacción de este artículo (o post), un total de 18,442 libros electrónicos (18,408 en formato epub y 14 en formato PDF) 34 por procesar, haciendo uso de un programa que al inicio descarté por "confuso" y que hoy en día es el pilar de mi biblioteca: Calibre.

Esta bien, estoy escribiendo muy "elocuentemente". Tengo días así. Me cuesta trabajo soportarme a veces. No los culpo si han mostrado algo de displicencia al leerme, pero si siguen aún aquí, bueno, mal no estoy. Y resulta que luego de descubrir el fraude de espaeBook, una web que "roba" los libros de otros sitios (principalmente ePubLibre) y los hace pasar, torpemente por cierto, como propios (torpemente porque solamente editan la carátula y algunas páginas informativas, pero dejan muchos indicios y rastros que indican claramente la procedencia del archivo en cuestión, suerte de culto a la flojera intelectual), decanté en ePubLibre, que si bien es cierto no tiene la comodidad de mostrar los libros "convenientemente identificados" como en espaeBook (a mi gusto, claro), llegó a convertirse en poco tiempo, en mi proveedor principal de libros electrónicos.

Y la ligazón es tan fuerte que, cuando sufrieron un bache informático y estuvieron fuera de línea por más de 1 mes, noté su ausencia en mi quehacer diario.

Se formó un grupo en Facebook para mantenernos no sólo informados, sino unidos bajo una causa común. Y ahí conocí a una persona que, aunque hoy en día ya no mantenemos contacto alguno, hizo un comentario que resumió mi sentir. Si mal no recuerdo, porque el grupo fue disuelto y las publicaciones eliminadas, dijo algo como “a mi me gusta descargar los libros y tenerlos, aunque no los llegue a leer nunca, porque me da tranquilidad y placer el saber que los tengo ahí por si en algún momento quiero leer uno, y así no tener que buscarlo”. Y eso mismo me pasa. Claro que, y casi de manera pueril, pretendo engañarme con la máxima de que antes de morir leeré todos los libros que tengo, ya que diariamente visito el web en cuestión y descargo libros constantemente.



Sin embargo, y este es el motivo por el cual escribo este artículo (por fin parió la chancha!), descubrí, acaso inventé (poco probable) un par de cosas, emociones, ideas, en fin, abstracciones de uno en realidad, que me han devuelto algo de frescura, tranquilidad y agradable distención a mi vida cotidiana. Sensación que sólo puede ser emulada, física y fisiológicamente hablando, cuando uno, luego de levantarse, visita el baño, evacúa intestinos y luego pasa por una confortante ducha con agua fría.

Hoy terminé de leer la obra de Neele Harper Lee, “Matar un ruiseñor”, y descubrí, como dulce corolario, que Harper Lee era mujer, cuando todo el tiempo pensé que era varón. Y leer esta obra resultó un paseo por el cine de Hitchcock, pues cuando menos lo esperaba, se da un cambio en la trama, tan sutil como dramático, y luego, cuando uno esta seguro de como seguirá el derrotero de la historia, y sin darse uno cuenta de ello, cambia nuevamente el habitat de la misma para volverlo más íntimo, personal y privado de lo que jamás fue. Simplemente fue hermoso leer esta obra.

Y a raíz de esto, antes de empezar siquiera a leerla, idee una forma de lectura que, aunque en un inicio resultó prometedora, con el paso de los días encontré una falla, una grieta más bien, que lejos de detenerme logró motivarme para evolucionar el concepto mismo, concepto que en la actualidad esta empezando a dar lindos y constantes frutos. Les cuento.

En un inicio conceptué el leer 6 libros “al mismo tiempo”. Esto, en la práctica se entiende como “leer uno o dos capítulos de 6 libros, uno a continuación del otro”. Para este experimento de intrincada concepción, escogí los siguientes libros:
  • Archipiélago Gulag 1918-1956, de Aleksandr Solzhenitsyn
  • Cinco días que estremecieron al mundo, de Nicholas Best
  • Confesiones, de San Agustín
  • Lolita, de Vladimir Nabokov
  • Conversaciones Con Dios  vol. I, de Neal Donald Walsch
  • Matar un ruiseñor, de Nelle Harper Lee
De estos, la obra de Donald Walsch ya la había leído hace un año, pero no había tomado notas pues me subyugó y abstrajo desde el primer capítulo.

Y la lectura empezó bien, pero a los pocos días noté un error, no una falla. El error fue la selección de obras. Mientras que las obras de Best, Nabokov y Harper Lee mantenían un “tamaño y longitud” en sus capítulos, la obra de San Agustín resultaba la más “rápida” de todas, mientras que la obra de Donald Walsch tenía un primer capítulo extremadamente largo, en comparación con los mencionados al inicio; y aunque la estructura de los capítulos de la obra de Solzhenitzyn es consistente y pareja, su lenguaje y narrativa resultó como un plato exótico en un menú de barrio. Aún así, apelé a mi paciencia, consistencia y perseverancia para continuar degustando esta biblia social. 

Y así sobrevino el “descubrimiento” de la falla. Y no fue, como presentí al inicio, la selección temática de las obras, sino que resultó algo mucho más sencillo, simple en realidad, motivo por el cual pasó casi totalmente desapercibido, en el inicio, a mis ojos: la secuencia. Secuencia no tanto de las obras sino de la forma de leerlas. Y es que en un inicio, leía un capítulo o dos de una, y pasaba a otro libro, de forma tal que en un día, mi mente pasará por los 6 escogidos, no de manera secuencia e inmediata, sino en el lapso de tiempo disponible que tenía en el día. Y aunque la idea no era del todo mala, no siempre tenía la misma cantidad de horas disponibles en el día. Y ese fue el inicio de la posterior gestación de la falla.

Ahora he establecido un formato distinto y a la vez similar. Empiezo leyendo una obra, sin importar el número de capítulos, simplemente hasta que “la emoción de la trama cobre un nivel de interés más que significativo”, y entonces busco terminar dicho capítulo y, no siempre el mismo día, continúo con el siguiente libro. En la práctica estoy leyendo 3 a 4 capítulos por día, un libro distinto cada día. Y hoy terminé el de Harper Lee, y lo voy a “reemplazar” por Eva Luna de Isabel Allende.




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