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sábado, 6 de junio de 2015

O estoy en gracia de Dios, o a Dios le hago gracia

velero-navegando

Eso suelo decir de vez en cuando. Pero como sea el asunto, es claro que el señor no sólo me observa como observa a todos sus hermanos, hijos, miembros de su rebaño o como gusten verlo o interpretarlo, sino que lo hace complacido porque de alguna forma he logrado capturar un poco más su atención. Y no soy santo ni tengo madera de uno ni pretendo serlo. Lo mío no es terminar en una estampita. Han pasado cosas estas semanas que han implicado pruebas de carácter, no precisamente para afrontar los problemas, sino para no dejarse vencer por ellos. Uno fácilmente es presa de la desesperación y cuando ve que la solución es gastar dinero, y encima dinero que no es de uno, y que dicho gasto lo ocasionó una imprudencia de uno, es duro y difícil no sentir el peso de un castigo sobre los hombros.

O cuando un simple accidente doméstico hace peligrar la alimentación de mi madre, en vez de maldecir, cuestionar y pedirle cuentas al señor, tomo las cosas con calma, no con resignación, sino con calma pues creo que he empezado a conformarme con el señor. Y conformarme no en el sentido y definición de “aceptarlo y ser conformista” sino en un sentido más etimológico: estoy conformado con el señor porque estoy unido a el, “con forma” de él en mi vida. Ok, esto es muy evangélico y algo cursi, me volví cucufato o fui tocado por alguna variación sectaria del catolicismo. No, nada de eso. Los cambios que se han dado, se han dado no por voluntad propia, no por metas trazadas, que las hay, sino porque en algún momento, sin yo darme cuenta de ello, dejé realmente que el de arriba haga lo que dicte su voluntad en mi vida, y aún así, tener siempre el control de la misma gracias al libre albedrío.

El libre albedrío se define como la posibilidad de decir no o de tomar otro rumbo contrario a la voluntad del padre. Es así de simple: o nos dejamos guiar por el como padre que es o le damos la contra. Los hijos naturales hacemos eso. Nuestros padres, hasta cuando nos ven ya adultos y con hijos (nietos para los padres) buscan y seguirán buscando lo mejor para uno, aconsejándolos, reprendiéndolos y enseñando. Si el hijo decide hacer caso o al menos tomar sinceramente esas palabras, es cosa de el. Yo en algún momento, reitero, dejé que mi vida y cuerpo le escuchen subconscientemente. Y vamos, no mejoró la situación laboral, económica, de salud y demás, pero si hay paz. Eso es mucho más importante.

Y es que pese a que han sido unos días, los de las últimas 2 semanas, complicados y de sensaciones limitantes nada agradables, hoy me siento feliz. Y eso vale.