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lunes, 6 de mayo de 2013

Cuando la madre se convierte en hija (o el hijo en padre)

Es difícil. Hoy empezó a trabajar en mi casa una técnica en enfermería para cuidar a mi madre. Como yo lo veo, y no digo que sea así, viene a hacer lo que yo debería de hacer y no lo hago por cansancio, desidia y, principalmente, porque anímicamente no me siento bien el ver de cerca y más íntimamente lo que es inevitable ver: mi madre esta envejeciendo.

Y es que uno debería, con el paso de los años, hacerse más pequeño y luego, cuando el tiempo de uno termina en este mundo, desaparecer entre aromas de recuerdo y no como lo hacemos, con dolor, pena, angustias y demás mezclas emocionales que a todos nos embriaga en su momento.

Y es que ahora he sentido que estoy dejando de lado a mi madre, que estoy “limpiándome” las manos para poder entrar a Internet, navegar, trabajar y todo lo demás sin la carga de tener 947182_388346444613013_1722704658_nque verla a ella a cada rato y saber que pudiendo hacerle más compañía no lo hago porque sufro el verla así y, no en poco, porque necesito tiempo para trabajar y ver un poco por mi vida personal, aunque ahora esto se reduce a estar sentado frente a mi laptop escribiendo una entrada en uno de mis blogs.

¿Estoy haciendo bien? Hoy el señor se hizo presente nuevamente (como si en algún momento se hubiera ausentado) logrando un pequeño descuento en el contrato anual, de 400 a 300. Ahora veo que la plata puede que no alcance, puede que no logre mantener a la técnica por más tiempo. Me he dado un plazo de 2 meses para lograr establecerme con mi cliente o en otro lado, con un ingreso que cubra los gastos de la técnica. Y confieso que estoy angustiado porque mi fe esta flaqueando. ¿Cuántas veces el señor me ha demostrado que si bien es cierto no me da lo que le pido, siempre, en cambio, me ha dado todo aquello que en verdad he necesitado? Soy rencoroso, soy inflexible y aún tengo la capacidad de guardar rabia y cólera en mi persona.

Sufro porque siento que este es el inicio de la despedida con mi madre, como cuando un padre ve que su hijo se gradúa de la universidad y esta cercano el momento en que abandonará el hogar para formar el suyo propio. Un momento en que vemos que a quien criamos se aleja de nosotros como nosotros lo hicimos en su momento. Yo nunca dejé y nunca dejaré a mi madre, porque ella me dio la vida e invirtió sus mejores años en mi y ahora es mi momento, mi turno, mi deseo, el otorgarle lo sembrado.

Tengo miedo de haberme adelantado, de haber tomado una mala decisión. Tengo pánico pues ahora no sólo se trata de llevar las cuentas del dinero de mi madre sino llevar en hombros su vida y su destino. Tengo miedo de equivocarme.

Ojalá tuviera a alguien que me dijera “esta bien lo que estás haciendo”. Pero no lo tengo. Y si el señor me habla en este preciso momento, confieso que no soy capaz de escuchar su voz entre los gritos de angustia que hay en mi mente. Será una noche difícil.

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